
Era tal la perversidad de los gobernantes y del pueblo de Judea en aquel tiempo, que el que quisiera ser fiel profeta necesitaba armarse de coraje. Hoy en día no hay excusa para evadir la gran comisión de predicar el evangelio, pues el Señor no nos ha dado espíritu de cobardía, sino de poder, amor y de dominio propio.
Por ende la expresión “ciñe tus lomos” es una metáfora tomada de las ropas sueltas usadas en oriente, las que hay que ceñir o estrechar con un cinturón para que no incomoden al emprender algún trabajo activo. Jesús hizo alusión a lo mismo en lo que refiere a que no desmayemos y pongamos por obra su palabra al decir “estén ceñidos vuestros lomos y vuestras lámparas encendidas”.
Es gratificante saber que Dios nos proporciona tal fuerza que ninguno de nuestros enemigos podrá vencernos. Por eso no hay que temer, es preferible temer a Dios que a los hombres, estar contra el mundo que contra Dios. Razón tuvo el apóstol Pablo acerca de la tarea que Jesús le encomendó: “ay de mí si no anunciare el evangelio”, pues somos como atalayas que si no advierten del peligro la sangre de los incrédulos caerá sobre nosotros. Entendamos bien que esto es para todos.
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