YA LO PASADO, PASADO

“No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas”. (43:18)

Tenemos un Dios renovador, reconstituyente, quien continuamente hace nuevas todas las cosas y hace del pasado un mero testimonio. Disfrutamos de un Señor que no vive de remembranzas sino cada día sorprende con algo que complace nuestra alma y nos alienta a continuar en la fe que nos ha dado.


Por otra parte, el hombre tiende a recordar nostálgicamente sus glorias pasadas, y se envuelve en una especie de telaraña espiritual que lo mantiene inactivo, sin embargo, Dios le despierta y dice: “la gloria postrera será mayor que la primera”. Porque lo hecho ya fue de provecho y no hay soldado más inútil que el que se echa bajo la sombra del recuerdo y se jubila como jornalero del reino.

Conozco hermanos que lamentablemente se han hecho labradores ociosos que lo único que hacen es traer a la memoria tiempos pasados cuando servían fervorosamente al Señor. Y pudiendo seguir haciéndolo, pues no carecen de salud ni de tiempo, simplemente no lo hacen y se dedican a ver “desde la banca”. Quizás en ellos se cumple el viejo proverbio: “Si fueres flojo en el día de trabajo, tu fuerza será reducida”.

La Biblia nunca honra a cristianos que laboraron en la viña y luego dejaron la tierra a medio arar, tampoco de creyentes que por su edad dejaron de testimoniar de su Señor. De hecho, la Biblia nos hace saber de gente que a pesar de sus canas seguían sirviendo a Dios. Por citar un ejemplo, tenemos a Ana, la profetiza, quien era viuda hace ochenta y cuatro años, nunca salía del templo, sino que servía día y noche al Señor, con ayunos y oraciones. (Lc. 2:37).

Por consiguiente, como hijos de Dios debemos tener una visión enmarcada en las cosas de arriba, pensar en lo que el Señor quiere que hagamos, vivir y mirar nuestro presente con el anhelo de renovarnos continuamente. Desechemos pues, cualquier formato de “jubilación cristiana”, si hemos de acordarnos del pasado, que sirva para esforzarnos en volver a hacerlo mucho mejor.

Mientras tanto, sigamos peleando la buena batalla, corriendo la carrera de la fe, sirviendo con gozo hasta que exhalemos el último aliento de vida. Porque llegará el día cuando “descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen”

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