ESTIMADO A LOS OJOS DE DIOS

"Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida". (43:4)

Qué tremendo honor es poder oír de Dios que somos importantes, que incluso está dispuesto a ofrendar vidas humanas y pueblos por amor a nosotros.
Estas palabras si que conmueven y me llevan a pensar que esta promesa se hizo realidad con lo que sucedió con el apóstol Pedro cuando estuvo en prisión (Hechos 12:5-19).
Sujeto con dos cadenas, rodeado de guardas que custodiaban la puerta de la cárcel, el amado “pescador de hombres” no sabía lo que su Señor estaba a punto de hacer por él. Y es que de repente, un ángel de Dios se presentó, y una luz brilló en la cárcel. El ángel tocó a Pedro para despertarlo y le dijo: "Levántate, date prisa".

Y Pedro, con la ayuda de Dios pudo escapar. Sin embargo, El rey Herodes, lleno de ira y confusión, ordenó a sus soldados que buscaran a Pedro, pero ellos no pudieron encontrarlo. Entonces Herodes les echó la culpa y mandó que los mataran.
Vemos pues que este gobernador asesinó a 16 de los suyos, pues la Biblia nos cuenta que eran cuatro grupos de cuatro soldados cada uno (12:4). En suma, Dios para guardar a Pedro, permitió que se sacrifiquen 16 hombres que no tuvieron nada que ver con la fuga del apóstol. Quizás Pedro cuando supo de las secuelas, recordó la frase: “Daré, pues, hombres por ti”, y cobró ánimo su corazón y se sintió amado y protegido.

También es hermoso saber que tenemos un Dios que está dispuesto incluso a mover todo su arsenal para pelear por nosotros, como lo hizo con Débora y Balac, que luchando contra Sísara, vieron cómo Dios envió refuerzos y “Desde los cielos pelearon las estrellas; desde sus órbitas pelearon contra Sísara”. (Jueces 5:20).
Tampoco fue difícil para Dios inmolar miles de primogénitos egipcios, con tal de que su pueblo sea liberado del yugo de la esclavitud.
Menos resultó imposible para el Omnipotente detener el día en Gabaón cuando oyó que Josué aún no terminaba con los enemigos de Israel. (Jos. 10:12-13).

Pero el sacrificio más grande que Dios hizo por la humanidad fue el de ofrendar a su Unigénito por amor a nosotros. Así es, el Cordero de Dios, preparado desde antes de la fundación del mundo, se ofreció asimismo como pago por el pecado, para que ahora cualquiera que se acerque y ejerza fe en él, no se pierda, más tenga vida eterna. ¿Estamos correspondiendo a ese amor con nuestra obediencia?

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